Durante la década de los '60 y '70, la creencia en el Triángulo de las Bermudas -ese trilátero imaginario formando por los vértices de las islas de Puerto Rico, Bermudas y Cayo Hueso en la Florida- no sólo era la moda, sino una materia de rigueur para cualquier interesado en la melange de temas que rodeaban al fenómeno OVNI y lo paranormal. La biblioteca personal de cualquier entusiasta casi seguramente incluía un buen número de libros, la mayoría de ellos ediciones rústicas, acerca de los misterios del mar: buques desvanecidos, objetos no identificados saliendo del mar, y la posibilidad de que la mítica Atlántida aún estuviese activa bajo las olas del Atlántico después de miles de años.
Autores como Charles Berlitz, Richard
Winer y John Wallace Spencer se convirtieron en los máximos
exponentes de la realidad de la figura geométrica en el agua que devoraba
aparatos hechos por el hombre sin dejar rastro de ellos. Otros autores se vieron
obligados a pescar misterios en otros mares: algunos, como Jay Gourley,
los encontraron en el Lago Ontario, cuyas anomalías magnéticas siguen siendo una
realidad hasta el presente; otros como Kevin Killey echaron sus redes en
el "Meridiano del Diablo" cerca de la australiana isla de Tasmania.
Pero con el paso de los años, y la aparición de nuevas obras investigativas como la de Lawrence David Kusche, que apuntaban hacia un origen mundano de las desapariciones, o al hecho de que muchas de las embarcaciones jamás existieron, el interés por el Triángulo de las Bermudas comenzó a menguar, o al menos dejó de ser una fascinación para la nueva generación de fanáticos de lo paranormal. No obstante, todavía existe una cantidad de eventos sin explicar que tienen su origen en las aguas del Atlántico -eventos que jamás han sido incluidos en los libros que tratan sobre el tema.
Pero con el paso de los años, y la aparición de nuevas obras investigativas como la de Lawrence David Kusche, que apuntaban hacia un origen mundano de las desapariciones, o al hecho de que muchas de las embarcaciones jamás existieron, el interés por el Triángulo de las Bermudas comenzó a menguar, o al menos dejó de ser una fascinación para la nueva generación de fanáticos de lo paranormal. No obstante, todavía existe una cantidad de eventos sin explicar que tienen su origen en las aguas del Atlántico -eventos que jamás han sido incluidos en los libros que tratan sobre el tema.
"Atención, les habla el
capitán..."
El 11 de junio de 1998, el vuelo 1844 de la US Airways con destino a Filadelfia desde San Juan de Puerto Rico, se encontró con una turbulencia considerable en pleno vuelo: una perturbación lo suficientemente fuerte como para suspender el servicio de bebidas y comida inmediatamente. El capitán se disculpó profusamente con los pasajeros, indicando que el aparato se encontraba "fuera del alcance de cualquier radar basado en tierra" y por consiguiente, no podía solicitar el cambio a una menor elevación. Mientras que el Boeing 737 seguía siendo juguete de las corrientes de aire, algunos pasajeros comentaron abiertamente sobre el Triángulo de las Bermudas, omitiendo las consecuencias sufridas por los aviones que entran en dicha zona. Después de varias horas, la turbulencia se redujo y el avión llegó a su destino sin percances. La turbulencia y los bolsones de aire pueden resultar atemorizantes, pero los viajes que parecen carecer de incidentes pueden ser igual de espeluznantes, como veremos a continuación:
El 11 de junio de 1998, el vuelo 1844 de la US Airways con destino a Filadelfia desde San Juan de Puerto Rico, se encontró con una turbulencia considerable en pleno vuelo: una perturbación lo suficientemente fuerte como para suspender el servicio de bebidas y comida inmediatamente. El capitán se disculpó profusamente con los pasajeros, indicando que el aparato se encontraba "fuera del alcance de cualquier radar basado en tierra" y por consiguiente, no podía solicitar el cambio a una menor elevación. Mientras que el Boeing 737 seguía siendo juguete de las corrientes de aire, algunos pasajeros comentaron abiertamente sobre el Triángulo de las Bermudas, omitiendo las consecuencias sufridas por los aviones que entran en dicha zona. Después de varias horas, la turbulencia se redujo y el avión llegó a su destino sin percances. La turbulencia y los bolsones de aire pueden resultar atemorizantes, pero los viajes que parecen carecer de incidentes pueden ser igual de espeluznantes, como veremos a continuación:
El ejemplar de la revista Pursuit de julio
de 1973 incluyó un caso bastante dramático narrado por Robert J. Durant,
conocido por sus pesquisas ufológicas. Durant entrevistó a un piloto que volaba
el trayecto entre la ciudad de Nueva York y San Juan de manera rutinaria,
acostumbrado a los disturbios que suelen producirse en la zona y que en
ocasiones han sido lo suficientemente fuertes como para arrojar a los pasajeros
de un lado de la cabina al otro. En este caso, el piloto dijo que sus oficiales
y la tripulación habían comentado sobre la tranquilidad del vuelo.
Pero poco después de haberse producido el
comentario, destellos de electricidad estática de color violáceo aparecieron en
el parabrisas del avión, aumentando su intensidad hasta que un resplandor blanco
llegó a cubrirlo completamente--todo ello sin la presencia característica de la
turbulencia.
Como si la situación no fuese apremiante de por
sí, los instrumentos de abordo presentaban lecturas contradictorias: los
giroscopios y compases en el lado del piloto y del copiloto dejaron de
coincidir, mientras que el piloto automático causaba que el aparato se desviase
del rumbo establecido. Incapaz de confiar en sus instrumentos, el piloto decidió
volar la nave en manual, confiando en un pequeño giroscopio portátil empleado
para tales eventualidades. El mayor golpe de suerte para el avión y sus
pasajeros fue estar al alcance de los radares de la isla de Bermuda, pudiendo
solicitar el aterrizaje de emergencia, que se produjo sin dificultades. La
investigación sobre los trastornos al equipo no arrojó luz alguna sobre la
naturaleza del incidente, y se decidió atribuirlo al misterioso "Triangulo" a
fin de cuentas.
Por otra parte, esta región ha presenciado
eventos con matices verdaderamente paranormales. En 1980, un bimotor tripulado
por José Pagán desapareció bajo circunstancias misteriosas en algún punto
del Canal de la Mona, que separa las islas de Puerto Rico y La Española. A las 8
p.m. del 28 de junio de ese año, el bimotor Eurocoupe de Pagán emitió un
Mayday hacia el centro de control aéreo en el aeropuerto internacional de
San Juan. El piloto dijo que lo perseguía un objeto no identificado que parecía
estorbar la marcha de su avión. Su mensaje de socorro fue captado por el capitán
de un avión de pasajeros (el vuelo 966 de Iberia) que acababa de despegar de
Santo Domigo, y quien retransmitió el mensaje de Pagán a San Juan. Llegado
cierto punto durante la retransmisión de mensajes, se escuchó un fuerte sonido
metálico que interrumpió los mensajes del bimotor, y no se volvió a saber ni de
Pagán ni su aparato.
El pasajero promedio con la suerte de conseguir un asiento de ventanilla en un vuelo comercial apiñado tiene a veces más cosas que ver por la ventana que los cielos de color azul irreal y nubes blancas que se extienden hasta el infinito. Debido a la congestión de las rutas aéreas, resulta posible ver hasta otros aviones pasando de largo a alturas estratosféricas. El que esto escribe tuvo la oportunidad de mirar por la ventanilla y ver, desde una perspectiva de treinta mil pies, un buque de carga surcando las aguas del Atlántico. Si el observador fortuito llega a ver semejantes cosas, podemos esperar que las tripulaciones de los aviones de línea lleguen a ver objetos aún más inesperados.
El pasajero promedio con la suerte de conseguir un asiento de ventanilla en un vuelo comercial apiñado tiene a veces más cosas que ver por la ventana que los cielos de color azul irreal y nubes blancas que se extienden hasta el infinito. Debido a la congestión de las rutas aéreas, resulta posible ver hasta otros aviones pasando de largo a alturas estratosféricas. El que esto escribe tuvo la oportunidad de mirar por la ventanilla y ver, desde una perspectiva de treinta mil pies, un buque de carga surcando las aguas del Atlántico. Si el observador fortuito llega a ver semejantes cosas, podemos esperar que las tripulaciones de los aviones de línea lleguen a ver objetos aún más inesperados.
El 13 de abril de 1963, la tripulación de un
Boeing 707 viajando desde San Juan hasta Nueva York presenció algo totalmente
inesperado: luego de haber despegado normalmente del aeropuerto de Isla Verde y
ascendido a la altura de crucero de 30,000 pies media hora después de haber
dejado Puerto Rico, el copiloto advirtió a sus compañeros de vuelo que se
producía un fenómeno desconocido debajo del reactor: una enorme "burbuja" que se
formaba en la superficie del Atlántico.
Los hombres en la cabina de vuelo del 707 no
daban crédito a lo que estaban viendo. La burbuja aumentaba de tamaño, y los
cálculos posteriores realizados por el piloto indicaron que el fenómeno tenía
casi una milla de ancho por media milla de alto. ¿Habían presenciado, acaso, una
detonación submarina, una erupción volcánica, o uno de los fenómenos
característicos de la zona? Treinta y ocho años después, "la burbuja" sigue
siendo un misterio. Algunos han aventurado la posibilidad de que la tripulación
del 707 pudo haber presenciado la explosión submarina de un dispositivo
termonuclear, o una prueba artificial siendo realizada en el fondo del mar.
Las manifestaciones de alta extrañeza no resultan
fuera de lo común en esta región del Atlántico, aunque, a veces, su explicación
resulta prosaica. El 21 de agosto de 1969, los ciudadanos de la República
Dominicana presenciaron una enorme nube blanca que se expandió a dimensiones
prodigiosas, formando círculos concéntricos antes de disiparse. El pánico cundió
entre los testigos, quienes temían que "el fin del mundo" había llegado, o que
la nube presagiaba algún evento de significado oculto. No obstante, resultó ser
parte de una operación denominada "proyecto Stormfury", cuya meta consistía en
acribillar a los huracanes con yoduro de plata para disminuir su potencia.
Semejantes experimentos, realizados a alturas estratosféricas, a menudo resultan
visibles a cientos de millas de distancia.
Desapariciones
de alta extrañeza
El marinero puertorriqueño Roberto Gainer casi llegó a ocupar su puesto en la tradición de los que se han esfumado por completo en las aguas tropicales. Por suerte, la inmortalidad decidió pasarlo por alto.
El marinero puertorriqueño Roberto Gainer casi llegó a ocupar su puesto en la tradición de los que se han esfumado por completo en las aguas tropicales. Por suerte, la inmortalidad decidió pasarlo por alto.
Zarpando de San Juan en el mes de octubre de 1976
a bordo de una balandra, el navegante de 23 años de edad se disponía a disfrutar
de un día de actividad marítima cuando el timón de su nave se rompió
repentinamente. La balandra se vio arrastrada cientos de kilómetros hacia el mar
abierto por poderosas corrientes, y el radio transmisor de Gainer carecía de la
potencia necesaria como para comunicarse con la costa. Durante las dos semanas y
media que siguieron, el barquito fue arrastrado a quinientas cincuenta millas de
Puerto Rico. De no haber sido por la casi providencial aparición de un carguero
alemán que captó la balandra en su radar, la desesperación del joven Gainer
habría sido achacada al voraz Triángulo de las Bermudas.
Pero al igual que sucede con la aviación, hay
desapariciones misteriosas que tienen matices paranormales y hasta ufológicos.
El caso de Freddy Miller, relatado detalladamente por Sebastián
Robiou en su monumental Manifiesto OVNI: Cuba, Puerto Rico, Republica
Dominicana (Ed. Punto y Coma, 1979) corresponde a esta categoría.
El 5 de mayo de 1959, una embarcación salió de la ciudad de Santo Domingo con rumbo hacia la playa de Boca Chica a 20 millas de distancia. A pesar del magnífico tiempo primaveral y la tranquilidad del mar, el velero de diecinueve pies que transportaba al productor y director de televisión Freddy Miller y sus pasajeros (dos mujeres y dos niños), desaparecieron sin dejar rastro alguno. Se realizó una búsqueda de tanto las aguas dominicanas como las adyacentes utilizando los servicios de rescate de la época, pero jamás volvió a saberse nada de las cinco personas.
El 5 de mayo de 1959, una embarcación salió de la ciudad de Santo Domingo con rumbo hacia la playa de Boca Chica a 20 millas de distancia. A pesar del magnífico tiempo primaveral y la tranquilidad del mar, el velero de diecinueve pies que transportaba al productor y director de televisión Freddy Miller y sus pasajeros (dos mujeres y dos niños), desaparecieron sin dejar rastro alguno. Se realizó una búsqueda de tanto las aguas dominicanas como las adyacentes utilizando los servicios de rescate de la época, pero jamás volvió a saberse nada de las cinco personas.
Trece años después, el 22 de septiembre de 1973,
Virgilio Gómez, un gerente de ventas para una de las compañías de seguros
mejor conocidas de la República Dominicana, iba de camino a visitar una granja
experimental, propiedad de la universidad nacional, en las afueras de San
Cristóbal, 15 millas al oeste de Santo Domingo, para aconsejar a los
propietarios sobre la clase de seguros que debían tener.
A eso de las 9 a.m. mientras que Gómez se
desplazaba hacia su destino, vio que una persona le hacía señas desde el borde
del camino. "Pensé que lo prudente sería evitarlo," diría el agente de
ventas posteriormente en una entrevista. "Pero al acercarme, me di cuenta que
el sujete iba vestido completamente de verde y que habían dos mas parados a 5 ó
6 metros de distancia del primero. Pensando que podría tratarse de una garita
militar o algún accidente, decidí reducir la marcha con cuidado. Me detuve a 10
metros de la primera persona y mantuve el motor encendido..."
Según Gómez, el hombre en el traje verde le dijo
que se llamaba Freddy Miller, y que "supuestamente" se había ahogado junto con
otras personas, aunque de hecho lo había rescatado un aparato moderno, "un
módulo conocido a la gente como OVNI".
Creyendo que se trataba de una tomadura de pelo,
Gómez le hizo el juego y le preguntó al hombre que de dónde venía. Se quedó
pasmado cuando el personaje repuso sobriamente que venía de Venus, y que su
rescate se debía "a sus conocimientos en la tecnología de la radio",
agregando que no había cupo para los desventurados pasajeros del velero, y que
tampoco habrían sobrevivido al "proceso de adaptación".
Gómez señaló que su interlocutor alienígena tenía
una piel grisáceo-amarillenta que resultaba repugnante, carecía de pelo, y
hablaba en un tono de voz grueso y ponderoso. El cuerpo del ser estaba cubierto
por un mono de color verde sin cremalleras ni bolsillos. Llevaba un gran reloj
pulsera "parecido al que utilizan los submarinistas" en la muñeca
izquierda.
El agente de seguros pudo ver un vehículo a medio
ocultar en la maleza al lado del camino, cosa que le hizo darse cuenta de que la
situación no era una broma. La nave de configuración ovalada tenía un brillo
parecido al del cromo y tenía el aspecto de una pelota de fútbol americano, sin
ventanas y sin remaches.
El supuesto "Freddy Miller" pasó a explicarle que
tanto él como sus compañeros estaban realizando investigaciones en la "fosa de
Milwaukee", la trinchera submarina que alcanza profundidades de hasta 20,000
pies y que forma parte de la fosa de Puerto Rico. Los supuestos extraterrestres
estaban preocupados por la posibilidad de que se produjese actividad sísmica en
dicho lugar, con consecuencias devastadoras para Haití y la República
Dominicana.
Se le aseguró a Gómez que los alienígenas
"harían lo posible por evitar el cataclismo" programado para el 28 ó 29
de octubre de ese año, y le pidieron que abandonase la zona inmediatamente.
Acatando la orden del extraño sujeto, el agente de seguros se alejó del lugar,
inspeccionando su espejo retrovisor para ver si podía presenciar el despegue del
OVNI. De repente se sintió invadido por una sensación de temor, y aceleró hasta
alcanzar su destino original.
Al regresar a su hogar esa noche, Gómez informó a
su esposa y parientes del encuentro con "Freddy Miller" y sus experiencias
aquella mañana. La historia no tardó en difundirse entre los parientes de Gómez,
y dentro de poco, el agente de seguros se vio obligado a relatar su experiencia
durante el transcurso de una cena cívica. El caso salió en los principales
periódicos dominicanos. Según fuentes, Virgilio Gómez posteriormente llegó a ver
una foto familiar en grupo y pudo indicar cual de ellos era Freddy Miller.
A pesar de los visos de alta extrañeza del
encuentro de Gómez, es un hecho innegable que la actividad sísmica era
considerable el día en que se produjo el incidente. El investigador Sebastián
Robiou indicó que se produjo un temblor en la fosa de Milwaukee pocas horas
después del encuentro con "Freddy Miller".
Pero, ¿y que hay con "Freddy Miller"? Las fotos
del desaparecido deportista y productor de televisión muestran a un hombre
calvo, mayor y con espejuelos que no guardaba parecido alguno con el ser que
conversó con Virgilio Gómez. A pesar de sus actividades en el mundo de la
televisión, el verdadero Miller carecía de experiencia significativa en
tecnología radial, el motivo por su resurrección a manos de los "venusinos".
Aunque este caso ha caído en el olvido, ocupa un lugar de honor entre los
misterios del mar.
El Triángulo:
¿desactivado por exorcismo?
Los cínicos afirman que la pérdida de interés en el Triángulo de las Bermudas se debe a que no se han producido desapariciones en los pasados 25 años. Los percances se deben ahora a la falta de pericia de los navegantes o a las víctimas del narcotráfico, pero las mejoras en el sistema de navegación LORAN y ahora la navegación por satélite (SATNAV) han ayudado a que el bote más pequeño regrese a puerto seguramente.
Los cínicos afirman que la pérdida de interés en el Triángulo de las Bermudas se debe a que no se han producido desapariciones en los pasados 25 años. Los percances se deben ahora a la falta de pericia de los navegantes o a las víctimas del narcotráfico, pero las mejoras en el sistema de navegación LORAN y ahora la navegación por satélite (SATNAV) han ayudado a que el bote más pequeño regrese a puerto seguramente.
Otros afirman que el fin del misterio en el
confín occidental del Atlántico Norte se debe a circunstancias tan extrañas como
las desapariciones.
A comienzos de la década de los '50, el Reverendo
Donald Omand -cuya fama en el mundo de lo paranormal alcanzaría
dimensiones insospechadas después de sus exorcismos en el lago Ness y en varias
casas encantadas en Inglaterra- aceptó la invitación extendida por un amigo de
Miami a dar un paseo en su yate, "Dainty Dinah". Cuando el yate perdió de vista
la costa de la Florida, se produjo un cambio abrupto en las condiciones
meteorológicas, y la embarcación quedó a la merced de una mar embravecida y
vientos aullantes. El propietario del yate informó al reverendo que los cambios
repentinos eran característicos del "Triángulo de las Bermudas".
"Nunca sospeché que veinte años más tarde me
vería enfrascado en un intento por desentrañar sus misterios y vencer las
fuerzas diabólicas que lo ocupaban," escribiría Omand en sus memorias.
"Aunque en aquel momento no pude atisbar el futuro, estaba muy consciente del
presente".
El reverendo Omand describió que el sonido
producido por el viento y las olas se parecía un canto, o gemidos provenientes
de cientos de gargantas, cambiando de una nota musical a la otra. Se dio cuenta
de que lo que presenciaba era un evento sobrenatural. "Repentinamente, la
tormenta amainó y dejé de escuchar el canto. Me di cuenta entonces de que las
voces que cantaban llevaban siglos de estar muertas: se trataban de las almas de
los esclavos africanos que murieron en el cruce desde África hasta las colonias
americanas. Muchos de ellos habían sido arrojados por la borda en esta parte del
mar," escribió Omand. Antes de regresar a Inglaterra, el reverendo comentó
su teoría con algunos estadounidenses, quienes la encontraron francamente
descabellada. Pero otros, como el Rev. Martin Luther King, le escucharon
con gran interés y coincidieron con su interpretación.
En 1977, el Rev. Omand manifestó ante un congreso internacional que la causa de los eventos en el Triángulo de las Bermudas se debía a los cientos de esclavos que murieron en tormentas, o que fueron echados al mar por estar enfermos o en mal estado antes de llegar a las Indias Occidentales o Norteamérica. "[Entre ellos] pudo haber habido una personalidad dominante, casi seguramente un hechicero, quien maldijo esta región del mar. Sabemos que en el Africa existe esta clase de personas y yo mismo he experimentado la envergadura de sus poderes".
En 1977, el Rev. Omand manifestó ante un congreso internacional que la causa de los eventos en el Triángulo de las Bermudas se debía a los cientos de esclavos que murieron en tormentas, o que fueron echados al mar por estar enfermos o en mal estado antes de llegar a las Indias Occidentales o Norteamérica. "[Entre ellos] pudo haber habido una personalidad dominante, casi seguramente un hechicero, quien maldijo esta región del mar. Sabemos que en el Africa existe esta clase de personas y yo mismo he experimentado la envergadura de sus poderes".
El 16 de enero de 1978, el reverendo Omand
realizó su exorcismo del Triángulo, un evento cuidadosamente sincronizado con
otras ceremonias que se llevarían a cabo en Miami y en Puerto Rico. "Se
ofrecerán plegarias por todos los que han muerto en el Triángulo, y por los
esclavos que murieron durante el cruce desde África, pidiendo a Dios que el
amargado corazón, vivo o muerto, responsable por las condiciones del mar,
conociese la compasión cristiana y pudiese superar los poderes del
Maligno".
A las 7:30 a.m., el reverendo comenzó el
exorcismo, concluyendo con el rito mozárabe y la invocación final, esparciendo
agua bendita sobre las aguas del Atlántico. Omand se desmayó poco después de
haber concluido el rito, advirtiendo a los presentes que era algo que siempre le
sucedía.
Doce días después, el 28 de enero de 1978, un
Boeing 727 de la aerolínea National que volaba entre Miami y Newark, perdió
potencia en sus tres motores y cayó casi en picado una distancia de siete mil
pies. La avería en los tres motores era algo que iba contra todos los cánones de
la aviación moderna, pero cinco minutos después, los tres motores volvieron a
funcionar y no hubo muertos que lamentar. Se afirmó que el final feliz del
incidente se debió al éxito de la ceremonia realizada por el reverendo
Omand.
Conclusión
¿Existen regiones en el mar que infundan más temor que otras, o que son más misteriosas que otras, o acaso sólo se debe a la percepción humana de los hechos? Después de todo, cada uno de los cuerpos de agua de nuestro mundo tiene su propia casuística de enigmas sin resolver y regiones en dónde se producen anomalías. Debido a la ubicación del continente americano con respecto al Atlántico, y los patrones de conquista y emigración seguidos por las naciones europeas, tal vez conocemos este mar un poco mejor que otros, pero exista o no un Triángulo de las Bermudas, siempre habrá misterios marinos que comentar.
¿Existen regiones en el mar que infundan más temor que otras, o que son más misteriosas que otras, o acaso sólo se debe a la percepción humana de los hechos? Después de todo, cada uno de los cuerpos de agua de nuestro mundo tiene su propia casuística de enigmas sin resolver y regiones en dónde se producen anomalías. Debido a la ubicación del continente americano con respecto al Atlántico, y los patrones de conquista y emigración seguidos por las naciones europeas, tal vez conocemos este mar un poco mejor que otros, pero exista o no un Triángulo de las Bermudas, siempre habrá misterios marinos que comentar.
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